Hace un par de años tuve la oportunidad de estar dentro del salón donde se envió el primer mensaje por internet. Tengo ese recuerdo claro y vivas las emociones del momento. Es un salón pequeño que podría pasar desapercibo de no ser por una placa. El grupo de jóvenes que íbamos éramos muchos, de todo el mundo, con historias de vida distintas, pero nos unía los esfuerzos en el mundo digital.  Nos tuvimos que apretar para entrar y algunos se quedaron afuera. En el fondo del salón se encontraba el dispositivo desde el cuál se envió el mensaje y estaba presente uno de los percusores de esta tecnología.

Yo en la parte de atrás hacia esfuerzos para ver y escuchar el relato y gracias a la solidaridad de unos compañeros ante mi baja estatura pude estar adelante. Pensaba entonces mientras escuchaba al profesor como esos instantes contribuyeron a una nueva Era con un potencial ilimitado pero también comprendí que detrás de esos instantes hubo una larga lucha y trabajo fuerte por parte de esas personas que desafiaron lo imposible.

En mi corazón sentí la presencia de mi abuelita quien apenas sabe leer y mi mamá que terminó solo su escuela, y ahí estábamos las tres en espíritu viviendo un sueño que fue posible gracias a romper una brecha.

Al reflexionar sobre ese momento, ahora me resuena en la mente las personas que se quedaron afuera y pienso que ellas eran tan merecedoras como yo de estar ahí dentro de ese salón, esas cuatro paredes se convirtieron en una barrera también.

Esa barrera que como si  se tratara de un espejo es el reflejo  más vivo que nunca de la exclusión a la alfabetización digital que viven miles de personas en el mundo.  Me trajo a mente a los que están ahora tratando de acceder a ese salón, a la joven que desde su teléfono móvil me envió una foto de su idea de proyecto social para conectar a las nuevas generaciones con el cultivo del café, al niño de mi comunidad que le enseñó a su mamá cómo enviar su Hoja de Vida por correo para acceder a un empleo o a mi amigo centroamericano que desde sus redes sociales está alzando la voz ante la violencia en su país y que es silenciado. Y quizás la que me cala más fuerte es la de presenciar a mi mamá conectada en su clase cumpliendo una meta educacional que durante un tiempo parecía que se había esfumado, graduarse de secundaria.

Pero aún no es suficiente, muchos se están quedando fuera y no están pudiendo explotar todo su potencial de romper con paradigmas y brechas sociales, de innovar de crear. En donde la alfabetización digital es una herramienta clave, y considero personalmente que la digitalización es el primer Derecho Humano universal sobre una herramienta creada por y para nosotros. 

A nuestra familia le tomó muchas generaciones romper una brecha ¿cuántas les tomarán al mundo lograr la alfabetización digital? Mi contribución hoy la escribo desde un dispositivo prestado, con una red de internet limitada de la que me gustar pensar que es insuficiente pero ante mi potencial y mis sueños ésta no me va detener ni a mí ni a mi generación para romper esas paredes.