En 2020 el mundo cambió, la Covid-19 paralizó a la sociedad y nos arrastro a
situaciones impensables en nuestra antigua normalidad, creando gran
incertidumbre sobre el futuro que nos esperaba. A más de un año de la declaratoria
de pandemia, vemos poco a poco como la humanidad va retomando un ritmo más
normal, y como nos acercamos a la luz esperanzadora al final del túnel,
adaptándonos al nuevo entorno que nos rodea. A un ritmo lento pero constante, los
procesos de vacunación han empezado alrededor del mundo, donde, al día de hoy,
más de un 4% de la población ha sido vacunada. Estos números son realmente
esperanzadores, mas no podemos olvidar observar en detalle diversas situaciones
subyacentes que no podemos omitir si queremos salir fortalecidos de esta situación
adversa que nos ha planteado la vida.
Después de 10 meses de espera, un rayo de luz llegó a aclarar el panorama social
con respecto a la situación sanitaria vivida en todo el mundo, donde la búsqueda de
una solución había sido tema central de especialistas y gobernantes mundiales. Con
la invención y aprobación de distintas vacunas, la inmunización de las poblaciones
de riesgo comenzó inmediatamente, categorizando a las personas según diversos
factores, donde la población juvenil queda entre los últimos lugares; sin embargo,
hay diversos aspectos que representan altos riesgos que, en su momento, pudieron
no haber sido contemplados y que me gustaría mostrar en esta nota.
Las afectaciones en la salud son uno de los factores más determinantes a la hora
de indicar las prioridades de vacunación en cada país, no obstante, se ha reflejado
gran cantidad de afectaciones a la salud mental de las poblaciones jóvenes
alrededor del mundo, y que presentan datos alarmantes. La sede de Unicef
Latinoamérica, junto con la plataforma U-Report, muestran que un 27% de los
jóvenes han llegado a sentir ansiedad a causa de la situación pandémica, y un 15%
presentó cuadros depresivos en el confinamiento. Estos números representan
preocupaciones según diversos estudios, ya que se estima que 1 de cada 2 jóvenes
sufre o sufrirá de ansiedad y depresión, lo que afecta directamente a nuestro sector
socio-geográfico, porque en Latinoamérica el acceso a profesionales de la salud
mental es nulo para un 70% de la población.
De forma complementaria, a causa del confinamiento muchas instituciones
educativas han tenido un cierre total de su funcionamiento donde, según datos de
Unicef, 168 millones de niños, niñas y jóvenes no han entrado a sus aulas durante
todo este tiempo, y que a causa de la brecha digital, muchos de ellos no han podido
acceder a la educación virtual; un 60% de estos jóvenes que perdieron un año
lectivo viven en América Latina y el Caribe, lo que significa que 3 de cada 5 niños y
niñas de este porcentaje no tuvieron interacción social entre pares, no contaron con
servicios de comedor nutricional, y no obtuvieron servicios de salud e inmunización
escolares.
En cuanto al acceso de empleo, las juventudes han venido arrastrando un problema
que se ha visto potenciado por la pandemia actual, donde este grupo etario ha visto
sus jornadas reducidas en un 23% y sus ingresos han bajado 42%, lo que
demuestra que el acceso a un salario base para sobrevivir es cada vez más
complicado en cuanto a los adultos jóvenes menores a 30 años.
Estos datos no pretenden cuestionar las decisiones tomadas en cuanto a la
priorización sobre la vacunación, pero si demostrar que las poblaciones juveniles
presentan complicaciones socioeconómicas fuera de la pandemia sanitaria, pero
causadas y/o potenciadas por la misma. Si bien no se debe replantear la priorización
de vacunación, si se debe repensar la distribución de las mismas desde un punto
de vista humanitario, ya que tan solo 10 países acaparan el 75% de las vacunas
producidas, y mientras que países como Estados Unidos (34.6 dosis por cada 100
personas) o Reino Unido (41.3 dosis por cada 100 personas) se encuentran cerca
de alcanzar la inmunidad, zonas como Centroamérica tiene un promedio de 1.2
dosis por cada 100 personas, o países como Cuba, Nicaragua y Haití mantienen
sus dosis en 0. A pesar de esto, las grandes casas farmacéuticas no han querido
facilitar conocimiento ni la tecnología para aumentar la producción a nivel mundial,
esto aunque la OMS haya creado protocolos y espacios para compartir los mismos.
Los momentos de crisis nos permiten crecer como humanidad, son momentos
dolorosos y difíciles pero que dan la oportunidad de salir fortalecidos; cuando
miremos atrás y recordemos la Covd-19 tengo la fe de ver una sociedad unida,
donde el acceso básico de la salud sea para todos y todas, sin importar raza,
nacionalidad, clase o condición. Tomando las palabras de Henrrieta Fore, directora
de Unicef, “El acceso equitativo a las vacunas para todas las personas [...] no solo
como una cuestión de justicia, sino como la única vía para poner fin a esta
pandemia”.